Autor: Lourdes Villanueva González @yuyisvg
Querido cuerpo,
¡Gracias!
Por los pasos firmes que hemos dado,
por las grandes aventuras que hemos vivido,
sin pensarlo mucho… aunque tu constancia ha sido increíble.
Gracias querido cuerpo,
por las dulces lágrimas que arrojas mientras intento hacerte este pequeño reconocimiento que me lleva a los bellos recuerdos. Perdona que no sea una gran prosa, ese no es mi talento.
Gracias querido cuerpo,
por los golpes que hemos dados sobre la mesa.
¡Que decisiones!
¡Que retos hemos enfrentado!
Victoriosos en plano inclinado y con efectos especiales.
¡Qué cosas se nos han ocurrido!
Gracias querido cuerpo,
por las largas noches en vela para tratar de entender a los grandes maestros,
pasar un buen rato o soñar despiertos.
Gracias querido cuerpo,
porque nos hemos aguantado el paso.
Perdona por esas copas de más, ese pan o ese queso que adoro y tanto daño te han hecho.
Gracias querido cuerpo,
porque tú discreción y humildad son increíbles.
¿Sabes? Ni cuenta me daba que estabas ahí.
Has sido siempre tan discreto que hasta hace poco comprendí que caminábamos juntos; que somos uno.
Empecé a comprenderte mejor cuando llego ‘ella’, quien nos ha golpeado fuerte y que se ha hecho acompañar de varias amigas estruendosas.
Gracias, porque te la estás rifando.
Intentas aguantar el paso, aunque los tengamos que dar más pausados.
No sé como hablarte sobre ‘ella’,
sin que quizás prefieras desconectarte…
Pero creo que su llegada nos hizo un gran bien.
Gracias a ‘ella’ te valoró más.
Pienso mucho tiempo en nosotros, en nuestro futuro con su compañía.
¿Sabes? ‘Ella’ nos ha obligado a ser más fuertes,
a dar más e ir más lejos de lo que jamás habíamos imaginado:
a valorar la fuerza con la que abrazo a mis hijos.
la oportunidad de poder escribir estas letras en un pequeño pedazo de papel,
agradecer cada mañana en la que puedo abrir los ojos, para que miremos el amanecer.
¿Sabes? Tú, ella y yo estaremos juntos por siempre.
Seremos -somos- inseparables.
A pesar de todo, le doy las gracias a ‘ella’.
Sé que su llegada nos ha bendecido con la paciencia, poco ejercitada en el pasado.
Gracias a ti, por la humildad a la que estabas acostumbrado. Hacías sin hacerte notar. Ahora sé que todo esto sale porque tú me <soportas>; me cargas. No solo porque yo lo requiero.
No sé cómo acabará esta historia, ya lo veremos.
Por ahora, ¡gracias!,
por caminar con el dolor,
correr con la incertidumbre de lo pedregoso del camino.
Hacia allá vamos, sin huir de ella.
Abrazándola hasta el final.
Ese final en el que nos abandonaremos con una sonrisa en la cara, en los brazos de Aquel que nos cargará a la línea de meta, donde no habrá más dolor, ni lágrimas… donde podremos comprender en su totalidad lo valioso de nuestro inesperado encuentro.
Gracias querido cuerpo, gracias.
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