Las últimas tres semanas han sido como una montaña rusa, han pasado muchas cosas geniales.
Tuvimos nuestro tercer aniversario de bodas y como cayó entre semana fuimos a cenar para celebrar. Como siempre, cada vez me es más complicado salir así nomás y comer en donde sea, tantas restricciones alimentarias son un pesar. Tenía tantas ganas de comer comida mexicana, un mole, rico, que no me hiciera daño, que no fuera picante… con esto en la cabeza -pero pensando que era difícil de encontrar, porque ya lo había buscado antes- salimos a ver qué nos encontrábamos de nuevo.
Ya que nos encanta Coyoacan , decidimos noviar un rato y nos encontramos claramente con varios restaurantes de comida mexicana. Hallamos el indicado. Cené unas deliciosas enmoladas con queso, simplemente perfectas (para mí por supuesto, la mitad de los mexicanos quizá piensan en un mole completamente distinto cuando escuchan la palabra), cero picante, perfecto para mi estómago. Con tanto antojo lo disfruté al máximo. Mi esposo cenó un corte de arrachera que también estaba buenísimo. Acompañamos los platillos con un licor de mezcal con piñón hecho en Oaxaca.
Al día siguiente, nos fuimos a desayunar al mercado de Coyoacan y nos comimos unas deliciosas y tradicionales quesadillas- nuevamente genial, no tuve ningún problema: de flor de calabaza, de huitlacoche, de frijolitos… #placeressencillos
El fin de semana viajamos a San Luis Potosí, viaje familiar. La Ciudad y su gente, lo máximo. Pasar unos días con la familia es lo mejor. Aunque con la comida no me fue tan bien, la verdad. Descubrí que en San Luis a todo le ponen crema de vaca, ya sea de manera evidente o escondida. Moría de risa, por más que pedía las cosas sin crema, algo de las guarniciones la traía, en fin.
Este fin salimos a Aguascalientes y a Guadalajara. Amo ver a mis familiares y amigos que están lejos. Aunque los vea poquititito disfruto cada momento. No puedo estar más agradecida por su recibimiento y amor. La he pasado maravillosamente. Mis hijos muy felices de ver a toda su familia, pero principalmente a su Abi -su persona favorita-. Mirar el amor de tus hijos por tus padres es un gran regalo. Presenciar ese amor inter-generacional en su plenitud, ver cómo todos nos cuidamos, vemos el uno por el otro- con las diferencias en tiempo, en experiencias y que no importe nada más que ese amor filial -que haya una entrega tan natural- es un gran regalo de la vida.
Les deseo un excelente inicio de semana.