Ayer fue una gran noche. A algunos les puede parecer incómodo intentar dormir en una cama con dos hijos, pero ¡es un sueño!
Todo comenzó porque nuestra nena se despertó como a la 1 de la mañana -súper raro porque ya duerme toda la noche, quizá tuvo pesadillas-. Mi esposo y yo estábamos viendo la tele en la sala, él fue por ella y se la trajo con nosotros. La acostamos en nuestros brazos, quedándose tranquilita y sonriente, tomándose su leche. Decidimos que ya era muy tarde, poco probable que se durmiera mientras veíamos la tele, así que nos la llevamos a la habitación en donde nuestro hijo ya estaba dormidito en la cama. Decidimos dejarlos con nosotros.
¿No te ha pasado que ves a tus hijos y te conmueve de tal forma mirarlos dormiditos, en tanta paz, que te dan ganas de llorar de alegría? Bueno pues eso es lo que nos pasó a los dos. Mi esposo no me dijo nada, pero pude verlo en su mirada. Estaba tan feliz de ver a sus dos hijos durmiendo con nosotros. Los contemplaba con una sonrisa en su rostro, con esa mirada profunda, llena de amor.
Yo por lo pronto cuando estoy con mis nenes, me siento tan plena y feliz, siempre más y más. Que mi nena se abandone en mis brazos y quiera dormir abrazada de mí es la plenitud total. Hay tanto amor y a la vez tanta responsabilidad en ese gesto de amor de su parte. Le pido a Dios me permita responder como se debe a esa entrega incondicional.