A mi padre ausente

Todavía guardo dentro de mi alma la esperanza de que despiertes de ese sueño profundo en el que te encuentras en vida.

Me rompiste el corazón, pero se ha ido componiendo gracias al amor incondicional que Dios y los que me quieren me demuestran cada día.

Te perdiste mi boda, no sabes lo hermosa que estuvo. Me veía preciosa con ese vestido blanco, no dejé de sonreír ni un instante.

No pudiste compartir conmigo todas las anécdotas que tengo después de los años que he invertido a las personas jóvenes. No sabes lo que me enseñaron, ni la riqueza que se obtiene al aventarse al vacío por una causa y encontrar allí una de las más grandes satisfacciones de la vida.

No conoces a tus nietos, los dos niños más hermosos que ni te puedes imaginar. Los días que he pasado con ellos han sido los más maravillosos de mi vida. Cuando me abrazan pienso: así debe ser el cielo, ese lugar en donde no hay más que paz, amor y esperanza.  Mientras más experimento el regalo de la maternidad, menos puedo entenderte.

No sabes que tengo al mejor esposo a mi lado. Un hombre valiente, amoroso, capaz de todo por su familia, lleno de vida, de Dios y de alegría. Me ama y me lo demuestra con sus acciones.

¿Sabes? No te guardo ningún rencor. Rezo para que encuentres la paz y te perdones por haberte perdido la mayor felicidad de la vida: el amor de tus hijos.

 

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